La Respuesta
El amor viene con una responsabilidad.
El evangelio de Juan registra la historia de la mujer que fue atrapada en adulterio. Los maestros de la ley y los fariseos estaban listos para aplastar y apedrear a esta mujer, la adúltera. Despreciada, rechazada y avergonzada, fue obligada a pararse frente a un grupo de personas, como si su condena no fuera suficiente.
¿Te imaginas las acusaciones que estaba recibiendo? Puedo oír los horribles nombres que la llamaban. Puedo ver las lágrimas saliendo de un corazón temeroso. Puedo imaginarme la angustia en su caminar mientras la empujan hacia la multitud donde Jesús estaba enseñando en los atrios del templo.
“¿No nos manda la ley apedrear a una mujer como esta? Dinos, ¿qué dices que deberíamos hacer con ella?
Es fácil para mí imaginarlo. He sido ambos, el que acusa y el que necesita perdón.
Juan 8 ha sido uno de los capítulos más citados cuando se trata de la gracia y el arrepentimiento. Conocemos la historia: “Jesús se inclinó y comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como seguían interrogándolo, él se enderezó y les dijo: “Cualquiera de ustedes que esté libre de pecado sea el primero en arrojarle la piedra”. Ah, la gracia… nunca parece justo hasta que eres tú quien la necesita.
Los acusadores estaban confundidos y enojados. Ella merecía la muerte, según la Ley de Moisés, fuente suprema de autoridad, camino supremo. Ella debe enfrentar las consecuencias ahora; es simplemente lo correcto. ¿No?
Indignados y furiosos, los fariseos soltaron sus piedras. Las ofensas y los susurros fueron la narrativa del momento, porque todos habían pecado. Se fueron con peso en su conciencia. La gracia siempre sale a nuestro encuentro.
"¿Ahora, ¿qué dices?" Era la pregunta principal que los eruditos tenían para Jesús.
Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? “Nadie, señor”, dijo ella.
“Entonces tampoco yo te condeno”, declaró Jesús. “Ve ahora y deja tu vida de pecado”.
Su respuesta fue gracia. Nuestra respuesta debe ser la santidad. Pero la búsqueda de la santidad sin gracia será imposible.
Primero tenemos que comprender su respuesta, para que podamos responder en consecuencia.
Parece que la historia debería terminar en Juan 8:11, pero Juan 8:12 es la escena perfecta para los créditos finales: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Llegó el día para Jesús y seguramente llegará a nosotros, cuando tengamos que responder: “¿Y ahora qué dices?”.