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¿Conoces esa sensación como cuando escuchas una nueva canción? Una que te llega profundo, te conmueve...
Fue hace unos años, un domingo por la mañana, en mi iglesia local, cuando escuché por primera vez al pastor enseñar sobre 1 Timoteo 4. Apenas puedo recordar el mensaje que enseñó porque leí todo el capítulo mientras hablaba, siendo honesta.
Fue tan refrescante para mi espíritu llegar a ese último verso:
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” – 1 Tim. 4:16
Cuando la Palabra de Dios dice que debemos prestar especial atención a algo, significa que no es algo que hacemos naturalmente, sino algo que debemos hacer intencionalmente. Comprender la extraordinaria seriedad del Evangelio que nos ha sido confiado. En nuestra vida espiritual y cada verdad que enseñamos, en nuestro caminar y hablar, en todo lo que somos.
Estar vigilantes, contando el costo del liderazgo, el peso de nuestro llamado, la importancia de nuestra obediencia, perseverando en el cumplimiento de nuestros ministerios, nuestra moralidad e integridad, no es más que abrir la puerta a “aún más” vida abundante en nosotros y a todos los que escuchan. Sí, incluso más que la vida abundante que se nos ha dado a través de Jesucristo, si es que podemos imaginar tal plenitud.
La próxima vez que te encuentres agotado estudiando un mensaje, resistiendo la tentación, dando la milla extra o armándote de valor para hablar, recuerda: estás pasando por una puerta para liberar la plenitud de Dios para ti y para los demás.
El tiempo es precioso porque hay mucho en juego en una era malvada. Por lo tanto, es responsabilidad, no solo de cada ministro, sino de cada cristiano, cuidar su vida y testimonio, ser un ejemplo y convertirse en hacedores del Mensaje, y al hacerlo, convertirse en puertas a la vida abundante que tenemos en Jesús, y aún más.
Desde ese día, esa era mi nueva canción y decidí tomar acción. Mi esperanza es que hoy pueda hacer lo mismo por ti.