Días de Noé
Era un día como cualquier otro. Salía el sol para todos y la vida transcurría como siempre: trabajo, escuela, comidas, bodas, etc.
Fue un día llevado a cabo por el ajetreo: la noche y el día, y el intermedio. Era un día después de muchos días de vida normal. Días que suman meses y meses que suman años, en los que la ansiedad siempre está en lo que viene.
Era un día normal, hasta que llovió.
“En cuanto a ese día y hora exacta, nadie sabe cuándo llegará, ni siquiera los ángeles del cielo, solo el Padre lo sabe. Porque será como en los días de Noé cuando apareció el Hijo del Hombre. Antes del diluvio, la gente vivía comiendo, bebiendo, casándose y teniendo hijos. No se dieron cuenta de que el fin estaba cerca hasta que Noé entró en el arca, y luego, de repente, vino el diluvio y se los llevó a todos en juicio. De la misma manera sucederá cuando aparezca el Hijo del Hombre”. – Mateo 24:16-39
El regreso de Jesús será como en los días de Noé. Aparecerá justo en un día normal, en medio del ajetreo.
Noé había recibido una revelación y advertencia de Dios 120 años antes. Tuvo tiempo de prepararse y construir un arca que lo salvaría a él y a su familia. (Hebreos 11:7.) A lo largo de los años y las décadas, muchos vieron a Noé haciendo lo ilógico y diciendo lo irracional. Quizás algunos realmente le prestaron atención y se preocuparon lo suficiente como para escuchar, pero tenían que volver a vivir una vida normal.
Noé, nuestro héroe de la fe, se mantuvo fiel a la misión que Dios le había encomendado.
De repente llegó la inundación y muchos se arrepintieron de sus decisiones, dejaron de sentir pena por la locura de Noé y comenzaron a sentir pena por su necedad, no se habían dado cuenta de que el día estaba cerca, completamente desprevenidos. Será lo mismo cuando aparezca el Hijo del Hombre...
La realidad que vemos con nuestros ojos no es más que una ilusión; los días normales despreocupados de la eternidad no son más que ficción.
Al igual que Noé, se nos ha dado el don de la revelación y la advertencia, porque el final está cerca y siempre es una tontería suponer que hay más tiempo. La medianoche es muy tarde para aquellos que posponen las cosas. Es hora de prepararse, y la preparación viene de la obediencia. Noé se preparó para algo que nunca había visto, pero siguió las instrucciones que le dieron para llevar a cabo el plan de Dios. Es lo mismo para nosotros, siendo guiados por el Espíritu Santo para lograr Su propósito a través de nosotros.
Estar preparado es vivir preparado y pensar en lo egoístas que somos si vivimos preparados, pero no lo compartimos con los demás. Deberíamos preocuparnos lo suficiente para preparar a la gente.
Mi padre siempre dice: “El tiempo de preparación nunca es tiempo perdido”.
Cuando Jesús venga, todos los planes para el mañana morirán en un momento y la mayoría de la humanidad escuchará cerrarse la puerta del arca.